domingo, 4 de marzo de 2007

Llevame a ver salir el sol

Como si solo hubiera sido un segundo. La noche voló y con ella la mañana nos dejó un día entero de compañía. Los dos solos, lo más parecido a una cita. Hablamos de todo, de cosas que ni yo misma me hubiera atrevido sino fuera porque se trataba de tí.

No sé si hablé demasiado, probablemente lo hice; pero no podía parar y entonces llegué a un punto de no retorno, me habías pillado, una pequeña trampa de la que no hubiera escapado sino hubiese sido porque supe mantener la boca cerrada. Y no te imaginas lo que me costó quedarme en silencio, sobre la mesa de un bar que nos había acogido hacía horas, acurrucada en tu sudadera como si fuera el unico consuelo, con una caña de tantas, mirándote sin poder evitarlo.

Lloré, lloré como hacía mucho que no lo hacía. Era culpa tuya, por ser tan bueno con ella y por dejarme ver lo que podrías ser conmigo, por darme oportunidades y abrir mi mente hasta el punto de querer replantearme muchas de las cosas que pasan (o mejor dicho que no pasan) en mi vida.

El cansancio me pudo, nos pudo. Comenzamos el camino a casa; pero entonces llegamos a un lugar que nunca antes me había parecido tan bonito, será porque tu compañía lo mejoraba con creces. El sol, un violinista de fondo y tú. Bailamos dos o tres canciones, sin saber, disfrutando del mejor sol y de un día excelente.

Seguíamos siendo un par de vampiros sin nada mejor que hacer que pasar el tiempo juntos gastándonos el poco dinero que nos quedaba y eso era lo que hacíamos.

Un helado de dulce de leche a medias, un paseo y dos besos para terminar los cientos de horas que llevábamos sin separarnos.

El camino de vuelta a casa se me hizo eterno. Tú ya no estabas.

No hay comentarios: