domingo, 13 de julio de 2008

Y sopa para comer, y sopa para cenar, y sopa a todas horas hasta pa' merendar

He vuelto con heridas en rodillas, piernas y brazos, con el cuerpo quemado a trozos y marcas de moreno que no podré quitarme en años, con la voz a medio fuelle y muchas canciones de campamento que no me puedo quitar de la cabeza.

He venido muerta de cansancio y con agujetas; pero encantada. Enamorada, no de trece, sino de casi cincuenta chavales que día tras día me han ido encandilando, a pesar de algunas broncas y ratos no tan buenos.

He llegado y ahora no sé qué hacer, me falta la sopa de todos los días, el aguacao y las galletas, el poto y los platos de plástico, la ropa maloliente, el frío que te cala los huesos, las montañas y las estrellas, los juegos, las reuniones y las linternas, el camino de diez minutos hasta el baño, los palés que nos salvaban de los charcos, los garbanzos, las vacas paseando tan campantes, las risas, los abrazos, los caretos de por la mañana y de por la noche.

He necesitado dos días para recuperarme, pero si me dijeran que me puedo ir otra vez mañana aceptaba sin dudarlo.

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