martes, 2 de febrero de 2010

De pesadillas y otras cosas

Despertó sin saber donde estaba. Abrió los ojos pero sólo encontró oscuridad, ni siquiera podía ver la hora, si era noche o día. No había ventanas, ni un haz de luz se colaba entre aquellos muros.
Se asustó.
Se levantó de la cama lo más rápido que pudo, buscó sus zapatillas y se fue a tientas a un extremo de la habitación intentando encontrar el pomo de una puerta que no estaba allí. Un escalofrío la atravesó, sólo quería salir.
Por fin encontró un tirador, quitó el pestillo y tiró de la puerta; pero cruzar ese umbral tampoco le sirvió de mucho, aun no podía ver nada, se sentía arrojada al vacío. Sin levantar los pies del suelo encontró un escalón, después otro y otro, y otro más.
Torpemente llegó arriba, la puerta de la calle no debía andar lejos, y aun así no podía alejar la angustia.
Encontró un interruptor. Las diez de la mañana. Cogió el bolso y el abrigo y cerró tras de sí aquel extraño pasaje.

Esperó en el andén con un nudo en el estómago que aún no se ha deshecho.

1 comentario:

dijo...

Lo positivo es que encontraste la luz al final del túnel...

(¡Toma interpretación! ¡Ni Sigmundo lo haría mejor!) :P