jueves, 1 de septiembre de 2011

Donde nadie nos encuentre, donde no haya mucha gente

Quisiera esperarte y que nos encontráramos; pero aprendí que un amor sin besos no aguanta las embestidas, el tiempo es demasiado cruel como para ceder y lo que sucede en medio arrasa con todo.

Seguiremos así un rato, buscándonos a través de las horas, imaginando que seguimos los dos en cualquier cama, abrazados, despertando juntos y sonriendo por seguir allí. Creeremos que aun podemos compartir un tamal, ofrecernos ese cariño ansiado que tanta falta nos hizo y que encontramos por casualidad.

Podría no haber pasado nunca, no lo hubiéramos sabido, no hubiera importado; pero tuvimos la suerte de acariciarnos y mirarnos a los ojos sintiéndonos tranquilos, dejando que lo demás quedara a un lado mientras nos queríamos.

Pasabas tus manos por mi columna, mis dedos corrían por tu pecho de colores notando cada una de las cicatrices, parando en las visibles, reparando en las ocultas, preguntándome cómo es posible que haya tanto bueno dentro de ti y que me quede tan lejos.

Te veo tragar ante la cámara y se me encoge el corazón, parece todo tan normal que casi cierro los ojos y puedo oler tu piel del color de la tierra mojada, recordándome aquel camino a tu casa pisando charcos con la lluvia llenando nuestras risas, tranquilizando nuestros miedos porque esa noche nos daríamos todo.

Hoy me robaste de nuevo el aliento, sentí tu abrazo más allá de la distancia y aunque no estabas también te abracé.

Te llevo colgado en mi cuello acariciándote cada vez que se me antoja; pero no quiero encadenarnos, no quiero atarte a una ilusión que se perderá bajo el peso de las tardes.

Este amor morirá antes de que podamos vernos de nuevo.

Y sí, te quiero; pero el precio de la realidad es demasiado alto.

Te quiero y no te olvidaré; pero ambos necesitamos ser felices también en esta ausencia.


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