lunes, 10 de diciembre de 2007

Who's there?

Llegué y todo olía como siempre, allí (supongo que como en tantos otros pueblos) los inviernos huelen a leña en el fuego, a frío y a castañas asadas.

Demasiada niebla llenaba el día y las bajas temperaturas no dejaban ni dormir, aunque fuera debajo de cuatro mantas y con el pijama largo de los inviernos más oscuros.

Ni un alma se veía en las calles, tan sólo me acompañaba el agua que corre al descubierto por ellas y las tímidas luces que cuelgan de las paredes de adobe.

Nunca se usan los timbres (si los hay), un grito basta para hacer saber que has llamado y cualquier poyete, escalón o piedra se convierte en una sala de espera improvisada que va cambiando con el tiempo y las reformas.

Cada época tiene un punto de encuentro, y desde que nos estamos haciendo mayores los bares se hacen más frecuentes (es un pueblo pequeño, pero bares no le faltan).

Con una caña en la mano y unas cuantas conversaciones en el tintero, va llegando la gente, los de siempre, que aparentemente traen aires nuevos.

Somos aquellos que celebramos los 12 con una tarta, que cumplimos los 15 enamorándonos de quien no debíamos, los 16 pidiendo deseos a las estrellas, los 17 viajando, los 18, 19, 20 y 21 (en mi caso), cambiando poco a poco, casi sin darnos cuenta.

Y ahora somos tan diferentes... Han cambiado las risas, las motivaciones, los deseos de futuro, los ideales. Ya no compartimos las ganas que teníamos antes de hacer cosas, algunos, a sus 19 años, están satisfechos con una novia, un trabajo de ocho horas y un sueldo que difícilmente les llegaría a fin de mes si tuvieran que pagar las facturas que aún soportan nuestros padres, y no me parece mal, pero me da pena que se les hayan acabado las ilusiones con las que crecimos, esas ganas de comernos el mundo que hacían los días mucho más divertidos porque no parábamos de soñar.

Las aventuras nos quedan en la memoria, los días montando en bicicleta (al estilo Verano Azul, pero sin musiquita de fondo), las excursiones al la montaña, los baños en el rio, las noches junto a la hoguera para no morirnos de frío esperando a que el reloj de la plaza diera las campanadas para correr a casa, los días de fiestas disfrazados en la plaza, tardes enteras tan sólo con una bolsa de pipas en la mano.

Hemos cambiado, no cabía duda de que sería así; pero siempre habrá una cerveza con la que brindar, una hoguera o una cena en la que estaremos todos (o puede que solo algunos) y contaremos las batallitas que hace no tanto nos hacían perder la noción del tiempo.

3 comentarios:

Gambutrol dijo...

Jodeeeer... qué bonito... y eso es exactamente lo que siento yo muchas veces... miro fotos de pequeños y pienso... ahí cada cual ha tomado su camino, cada cual se ha comido la vida a su manera... algunos se les ha indigestado y a otros no... pero en fin... todos con su rumbo.

Precioso post

Anónimo dijo...

Es la involución de la especie... Cuantos más años cumplimos, más empeoramos...

Salut!!!

Blue Devil's dijo...

Vengo a desearte unas felices fiestas.

Un abrazo!