lunes, 12 de mayo de 2008

No me podía dormir sin darle las gracias a mis vecinos, se han mudado hace cosa de dos meses, pero son un encanto, lo sé porque su salón está pegado a mi habitación y son tan amables de hacerme compañía desde el otro lado del tabique hasta altas horas de la noche sin importarles que sea lunes, martes o domingo. Me dejan escuchar su tele y participo de sus conversaciones-peleas como una más de la familia.

Pero no sólo me hacen compañía en mi cuarto, tienen la delicadeza de hablar lo bastante alto como para que les escuche en cualquier parte de la casa, recordándome la hora de comer y el menú, que hay que lavarse los dientes antes de acostarse (-JAIMEEEEE-QUÉEEEEEEEE-QUE TE LAVES LOS DIENTEEEEEES), me avisan cuando sacan al perro, en fin, que me tienen en cuenta y eso se agradece.

Queridos blogueros, navegantes y otros visitantes perdidos hartos de sus vecinos coñazo, unamos nuestras fuerzas contra esa panda de insensatos que no tienen que hacer nada más que tocar las narices sea cual sea la hora del día o de la noche.

Porque hay vecinos y vecinos, a ese que se le cae la canica un par de veces al día se le aguanta, a ese que se tira un pedo en el ascensor se le aguanta (porque sabes que va a ser un viaje corto), incluso a ese que llena la escalera de olor a coliflor; pero es que estos son incansables..

Aquellos que soportáis a Bisbal a todo trapo a la hora de la siesta, aquellos que sois despertados por ese ruido que hacen los muebles al ser arrastrados por toda la casa, CÓMO LO SOPORTÁIS!!!

Un día de estos me voy a levantar, voy a comprar una casa en medio del campo y les voy a encerrar allí, para que nadie les tenga que soportar, o mejor, creo que voy a unirme a una panda de moteros, que seguro que son menos ruidosos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡que susto! pensé que vivias en mi casa. Todo éso que cuentas me pasa a mi. La tele, las voces, los muebles, hasta la canica, pero yo incluso oigo el interruptor de la luz, y la cisterna, cuando bajan las persianas y cuando abren el armario. Pero yo me he resignado a vivir con esos ruidos, es más, me he acostumbrado a ellos y cuando no los oigo me da como miedo. El problema son los tabiques no la gente. Además a tí también te oyen seguro. El mundo de la ciudad ¡que se le va hacer!