jueves, 16 de septiembre de 2010

¡Viva México!

Cientos de policías se apostaron en las calles, metralleta en mano charlaban tranquilamente en cualquier rincón mientras los transeúntes apenas reparaban en el estado de sitio en que se encontraban.
El zócalo se convirtió en un aeropuerto, controles de objetos metálicos, vallas de seguridad para acotar un espacio público que se llenaba de miedo por lo que pudiera pasar.
Al caer la tarde se unieron los militares, con sus caras tapadas y bajo chubasqueros y portales, observaban cada paso de todo el que se cruzaba con ellos, juzgando y jugando a que tienen el poder.

Las casas acogieron a las familias que prefirieron no correr riesgos, sentados frente al televisor vimos cómo el presidente celebraba un bicentenario que podría haber sido más alegre. Los corazones se llenaron de emoción y gritaban al unísono por su libertad, por haber crecido a pesar de los pesares, por continuar vivos en un país en conflicto que quiere echar a volar y aún no sabe cómo.

Comimos en abundacia, brindamos con tequila, cantamos "Cielito lindo" y nos metimos en la piel de un sentimiento que no es nuestro, pero que también nos llegó al alma.

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